The humanitarian crisis in Haiti has not spared the garment industry. As businesses strive to continue operations, workers likewise struggle to pursue their livelihoods in the face of compromised safety.
Haiti’s garment industry has, until recently, been a cause for optimism in a country that has grappled with political and social unrest and natural disasters for decades. Preferential trade agreements established with the United States between 2006 and 2010 gave the industry a strong foundation to develop a growing garment industry, offering good quality jobs to tens of thousands of workers – most of them women.
Now, this progress is in jeopardy. Better Work’s most recent country report reveals an industry dealing with a breakdown in the rule of law, causing factory closures, job losses, and plummeting export revenue.
What has been the human impact of this crisis?
Better Work habló con trabajadores y directivos del sector en dos centros de fabricación de prendas de vestir para preguntarles cómo se había visto afectada su vida personal y laboral.
Vivir bajo amenaza
Para Grace Marcel*, inspectora de control de calidad y madre de tres hijos, la crisis le afecta de lleno. Vive y trabaja en Delmas, cerca de Puerto Príncipe, y el bienestar de su familia depende de su capacidad para trabajar.
"La situación es estresante para mi vida personal y familiar", afirma Grace. "Cuando la fábrica no puede funcionar, o yo no puedo desplazarme, pierdo ingresos, lo que afecta a nuestra capacidad para cubrir las necesidades básicas. Mi hijo mayor terminó el bachillerato hace dos años, pero no podemos pagar las tasas universitarias".
El miedo a la violencia está siempre presente. "No visito a mi familia en la provincia desde 2021 porque las carreteras son peligrosas por las bandas armadas", explica. "Los costes de transporte se han disparado, lo que dificulta enviarles mercancías".
Clara Joseph*, una veinteañera operadora de máquinas de coser también de Delmas, se enfrenta a temores similares. "Es difícil y arriesgado desplazarse al trabajo", dice. "Cualquier interrupción en el transporte público me hace perder días de trabajo. Como mujer, tengo que tener más cuidado y limitar mis movimientos para evitar la violencia."
Sus aspiraciones están en suspenso. "Deseo abrir algún día una pequeña tienda de ropa y un salón de belleza", admite Clara. "Pero montar un negocio en este contexto parece imposible".
Fábricas bajo presión
Sophie Lavalle*, directora de RRHH con 15 años de experiencia en la industria de la confección, supervisa una fábrica en Tabarre, Puerto Príncipe, que emplea a 1.709 trabajadores, el 56% de los cuales son mujeres.
"Nuestra fábrica no pudo funcionar con normalidad de febrero a julio de 2024", explica Sophie. "Experimentamos aumentos significativos en los costes operativos de productos y bienes esenciales como el combustible, el transporte y los servicios de seguridad". Informa de que muchos trabajadores tenían miedo de desplazarse debido a la inseguridad. "Perdimos ingresos y luchamos por cubrir nuestros costes operativos y garantizar los salarios".
Mantener la moral se ha convertido en una ardua batalla. "Mantener motivados a los trabajadores se convirtió en un gran reto", señala. "La pérdida de ingresos afectó a su moral, creando frustración e incertidumbre laboral".
A pesar de estos obstáculos, Sophie afirma que su empresa recibió el apoyo de su principal comprador. "Afortunadamente, nuestro comprador mostró una gran comprensión", afirma. "Mantuvimos una estrecha comunicación sobre cómo nos íbamos adaptando, lo que ayudó a fortalecer nuestra relación".
Los directivos no son inmunes a la crisis. Estelle Raymond, subdirectora de RRHH de una importante fábrica de ropa de Ouanaminthe, se trasladó desde Puerto Príncipe debido a la creciente inseguridad.
"El contexto del país tiene un efecto dominó en nuestros trabajadores y, por tanto, en el funcionamiento de nuestra fábrica", explica Estelle. "Las interrupciones en el transporte y la falta de servicios sanitarios públicos dificultan que los trabajadores puedan desplazarse con regularidad".
Signos de resistencia
Para mitigar estos problemas, su fábrica ha adoptado medidas de apoyo. "Permitimos retrasar la hora de entrada y somos indulgentes con los que llegan tarde", dice. "Ofrecemos incentivos estacionales y cubrimos los gastos médicos en el centro local para ayudar con los gastos sanitarios".
Roseline Desir*, responsable de RRHH de una fábrica de una zona franca, informa de esfuerzos similares por parte de su dirección: "Desde el año pasado, hemos tenido que poner a los trabajadores en múltiples suspensiones temporales. Sin embargo, buscamos formas de apoyarles... distribuyendo artículos para el hogar y la cocina y suministros alimentarios para hacer frente a sus preocupaciones en torno a las necesidades y gastos vitales esenciales."
Las fábricas se esfuerzan por apoyar a sus trabajadores dentro de sus posibilidades, y organizaciones como Better Work Haiti siguen ofreciendo orientación.
"Recibimos los servicios de Better Work Haití como de costumbre", dice Sophie. "Nuestra comunicación se intensificó al compartir experiencias en momentos difíciles. Participamos en cursos de formación sobre comunicación en el lugar de trabajo y recibimos servicios de asesoramiento virtual."
Estelle agradece su apoyo: "También ayudaron a resolver los problemas con los trabajadores despedidos".
Un futuro incierto
Sin embargo, la incertidumbre se cierne sobre ellos. "Temo una invasión violenta de bandas, porque la zona de la fábrica está rodeada de territorios de bandas", cuenta Sophie. "Espero que las tropas keniatas de la Misión Multinacional de Apoyo a la Seguridad puedan apoyar a la Policía haitiana para evitarlo".
Estelle expresa su profunda preocupación: "La inseguridad está destruyendo el país, provocando la paralización de las operaciones y la huida de los mejores profesionales. Por eso estoy en el noreste. Temo lo peor si esto persiste más tiempo".
Todas las mujeres entrevistadas subrayan la urgente necesidad de seguridad y de una gobernanza eficaz.
"La estabilidad del sector está ligada a la estabilidad sociopolítica y de seguridad del país", afirma Sophie. "Necesitamos mejores dirigentes y autoridades competentes capaces de garantizar el buen funcionamiento del Estado".
Grace insiste en la urgencia: "Las autoridades deben actuar para restablecer la seguridad. El coste de la vida disminuirá si las actividades vuelven a la normalidad. La inseguridad actual es el periodo más perjudicial de nuestras vidas".
Clara añade: "El gobierno debe restablecer pronto la seguridad. De lo contrario, aumentará el desempleo y será aún más difícil vivir en Haití. Sólo quiero realizar mis actividades cotidianas con libertad y seguridad".
* Se han cambiado los nombres para proteger la identidad de las personas que aparecen en este artículo.