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Las fábricas de Bangladesh comienzan a reabrir: Perspectivas desde una fábrica

28 Abr 2020

Últimas actualizaciones del sector y nuestra respuesta a la situación del COVID-19 en Bangladesh

Dhaka-28 de abril de 2020

Hace siete años, en Dhaka, capital de Bangladesh, se derrumbó el edificio de una fábrica de siete plantas llamado Rana Plaza. Al menos 1.134 trabajadores de la confección murieron en la tragedia, y más de 2.000 resultaron mutilados y heridos.

Fue la peor tragedia industrial que ha afectado a la industria de la confección y su impacto repercutió en todo el mundo. Pero la cadena de suministro reaccionó: inversiones por valor de miles de millones de dólares permitieron mejorar las condiciones laborales en muchas de las miles de fábricas de Bangladesh.

La actual pandemia de coronavirus supone una nueva y difícil prueba para Bangladesh.

El país teme perder todo por lo que ha luchado durante años o, como dijo recientemente Rubana Huq, presidenta de la Asociación de Fabricantes y Exportadores de Ropa de Bangladesh (BGMEA), "el suelo bajo sus pies".

Las infecciones por coronavirus van en aumento en Bangladesh, con 162.417 casos y 2.052 muertes hasta el 7 de julio. La inmensa mayoría de sus fábricas de confección, que realizan más del 84% de las exportaciones nacionales, paralizaron la producción el 26 de marzo, cuando el país entró en semiclandestinidad para frenar la propagación del contagio.

Aunque el cierre estaba oficialmente en vigor hasta el 31 de mayo, se permitió a las fábricas de confección empezar a reabrir por fases y zonas a partir del 26 de abril de forma limitada. Esta decisión ha suscitado reacciones encontradas, pues algunos temen que sea difícil garantizar la seguridad de los trabajadores. En este contexto, el diálogo entre empresarios, trabajadores y gobierno es más esencial que nunca.

"Hasta el 3 de abril sólo mantuvimos la producción para unas pocas exportaciones críticas que aún estaban pendientes, mientras que detuvimos la gran mayoría de las líneas de producción", afirma Shawn Islam, director gerente de la fábrica Sparrow Apparel Bangladesh, afiliada a Better Work.

Alrededor de 13.000 trabajadores están empleados en las tres instalaciones de Sparrow Apparel en Dhaka. Los trabajadores han recibido su salario de marzo y se les ha pedido que se atengan a las medidas de aislamiento y permanezcan en la capital, evitando propagar aún más la infección en las zonas rurales.

A lo largo del bloqueo, unos 20 supervisores de línea de las fábricas de Islam también han estado produciendo material EPI que abarca mascarillas quirúrgicas y ropa, para la policía local y el personal de seguridad empleado en la fábrica, con la aprobación del gobierno.

Según Huq, de BGMEA, las exportaciones de productos confeccionados de las fábricas de Bangladesh disminuyeron un 30,19% en marzo y un 77,76% en abril.

Más de 1.150 fábricas informaron de la cancelación de pedidos por valor de 3.180 millones de dólares, dijo Huq, lo que repercute directamente en la vida de 2,28 millones de trabajadores y sus familias. El 56% de los trabajadores de la confección de Bangladesh son mujeres de entre 18 y 25 años.

"Desde que comenzó la pandemia de coronavirus en China, se han producido trastornos en todos los niveles de la cadena de suministro", afirma Islam, propietario de la fábrica.

En cuanto se registraron casos de COVID-19 en Bangladesh, a principios de marzo, Sparrow Apparel Bangladesh -al igual que muchas otras fábricas del sector- adoptó medidas sanitarias de emergencia para contener el riesgo de contagio en toda la fábrica.

"Better Work nos ayudó a distribuir información entre nuestra plantilla sobre las medidas de prevención que debían tomar los trabajadores para frenar el riesgo de contagio", afirma Islam. "Todo el mundo tenía que llevar mascarilla, se desinfectaban los pomos y tiradores de las puertas cada 30 minutos, se tomaba la temperatura corporal de cada empleado al entrar en las instalaciones y se ponía a disposición de todos desinfectante de manos."

También se habían tomado precauciones especiales para las empleadas embarazadas del grupo. Se les dijo que entraran y salieran del trabajo quince minutos antes o después para evitar posibles reuniones de otros trabajadores.

Cuando la infección empezó a aumentar, las paredes de la fábrica de Islam se salpicaron de carteles con información de la OMS, mientras la dirección seguía recordando a los trabajadores que se pusieran mascarillas y se lavaran las manos. También se instalaron cientos de grifos en la fábrica junto con soluciones para lavarse las manos. Los zapatos y las manos de los trabajadores se desinfectaban antes de entrar en la fábrica.

El empresario destacó la importancia de Better Work para ayudar a llegar a los trabajadores y concienciarlos en medio de una crisis sanitaria sin precedentes. Aun así, Islam subrayó que la ayuda del programa era ahora aún más crucial para mediar en las conversaciones entre las partes interesadas locales e internacionales para la supervivencia de la cadena de suministro en Bangladesh.

"Compradores, productores y sindicatos deberían sentarse todos juntos en una mesa para intentar resolver la actual crisis del sector y sin dejar toda la carga económica sólo sobre los hombros de los propietarios", afirma Islam. "Todos queremos trabajar, pero garantizando la seguridad de nuestros trabajadores".

"Las fábricas deben reanudar su actividad bajo las más estrictas medidas de prevención sanitaria, que las agencias locales e internacionales podrían ayudarnos a mantener", afirma Islam. "El trabajo es crucial para evitar la aparición de problemas sociales y protestas causadas por la pérdida de empleo de los trabajadores, lo que podría poner aún más en peligro sus vidas al contribuir a propagar aún más el virus. Esta es una lucha que Bangladesh debe ganar".

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